Os milagros d´O Santo
No todos los milagros de San Úrbez tienen que ver con la antiguedad. En el tiempo que llevamos siguiendo los pasos del Santo bordelés por nuestras montañas, al menos ha habido tres "milagros" que hayamos presenciado; entiéndasenos bien, no hay irreverencia en nuestras palabras, para nosotros, a nuestra manera, son "milagros", nuestra Fe en el Santo es a prueba de bombas.
El milagro d´a buxera chupida
Entre Sercué y San Úrbez de Añisclo, pasado Portiello, en medio del sequero general, al inocente Arturo unos compañeros con el corazón negro (nada más iniciada la ruta aún llevamos encima nuestros pecados) le llamaron la atención acerca de unos buxos húmedos; Arturo, inocente, los tocó. El origen del líquido queda a imaginación de cada uno...
El milagro d´o Santo Pedro
Eduardo de la Cruz (documentalista: rio Ara, Ainielle, Compaired...), hizo este año la ruta con nosotros, grabando trozos de la misma. El primer día, el que se pasa por la cueva de Sastral (San Úrbez de Añisclo), vino también el actor que hará de San Úrbez, Pedro, alicantino casado con una oscense y residente en Madrid. No lejos del paraje d´a Ripareta, primer sitio donde la tradición habla de haber avistado a San Úrbez en España, donde departieron con él vecinos de Sercué, un mal paso hizo que cayera costera abajo. Sin duda se notó la mano del Santo, ya que salió milagrosamente ileso del suceso.
El milagro d´a dimonia d´o Cardito
El milagro más reciente. En la tradicional andada de Aínsa a Nocito, el día antes de la romería, que este año hizo Óscar Ballarín El Balla o El Sargento de Hierro con Víctor Nasarre O Cardan, comieron de cojón en el Cardito, afamada badina con salto paradisíaco entre Bara y Used. Llegaron, comieron, se refrescaron, dicen que Víctor abusó del vino, y se durmieron, en soledad. Al despertar, Víctor entreabrió un ojo a través de su ya caracterísitica gorra negra y vió a pocos metros de él, como una aparición sublime, una hermosísima hembra de veintipocos años, en bikini, apenas a un metro, con un trasero impresionante. En palabras de Víctor, "...parece que me lo había puesto Dios ahí para mí..." . Víctor no sabía, entre el sueño y los vapores del vino, si era una aparición, una tentación, una diosa de la badina, o que era aquello. Mientras, el Balla, observante de la escena, hacía lo imposible para no estallar en carcajadas...